Lic. Claudio Cañete

En el frente del edificio de la Escuela Normal Superior José María Torres de Paraná, hay una gran placa de hierro fundido que conmemora la gesta política y cívica del General Justo José de Urquiza. “El pueblo al fundador de la nacionalidad argentina”, reza una frase grabada, ubicada en la parte inferior. Es de una belleza llamativa que pasa desapercibida ante la mirada distraída de los numerosos transeúntes que caminan frente a ella, sobre la angosta acera de la calle Urquiza. Uno de los motivos es la altura de su ubicación, exige elevar un poco la mirada, y otro es tratar de no ser atropellado por quienes vienen caminando de frente y detrás de uno mismo, en pleno bullicio frente al Plaza 1° de Mayo, de la capital entrerriana.

Se trata de once figuras femeninas alegóricas, ubicadas en el lado izquierdo de la escena compuesta, se infiere que representan a las provincias argentinas, ya que cada una porta su respectivo escudo, visualizándose la de Entre Ríos en un primer plano. Todas dirigen la mirada al general Urquiza, colocado en el otro extremo, legando con un gesto de su mano derecha, el texto de la Constitución Nacional, sostenido por un joven alado (que podría ser un ángel) que lo mira semi arrodillado. Urquiza está uniformado, portando la banda presidencial, y sostiene su falucho con su brazo izquierdo. Detrás de él enmarcan su figura dos árboles, probablemente de roble, en ese ángulo se visualizan dos troncos y parte de una fronda. Se sabe que el roble en la Antigua Grecia era considerado un árbol sagrado para el dios Zeus que simboliza la justicia, la fuerza y la rectitud moral. Un simbolismo que siguió teniendo valor a lo largo de los siglos; las ramas de roble entrelazadas se encuentran en diversos escudos heráldicos, insignias de grados militares y por supuesto en el ornamento escultórico que rinde homenaje.

Detrás de todo, en segundo plano, de fondo, un sol naciente en el medio del horizonte, y un edificio que tiene características que van del estilo colonial tipo cabildo a uno italiano como los de la Confederación Argentina.

Volviendo a las figuras femeninas no sabemos por qué son 11 y no 13 como lo fueron cuando se sancionó la Constitución Argentina el 1° de mayo de 1853 (con Buenos Aires autoexcluida). Y están paradas con sus túnicas, descalzas, sobre una larga palma que simboliza la victoria de las ideas republicanas de la Organización Nacional.

En la base de la placa está grabada una información muy importante para averiguar aproximadamente de qué tiempo data: “Bellagamba y Rossi, calle Florida 152 (B.A.) Buenos Aires”. Si de la pieza en cuestión se conoce al Grabador o Casa Grabadora será posible inferir un rango de fechas.

Particularmente de esta Fábrica Nacional de Medallas de Ignacio Orzali, José Bellagamba y Constante Rossi, se conocen cinco firmas propietarias que marcan fechas bien definidas. Esas modificaciones responden incluso al fallecimiento de algún integrante. La casa central estaba en la calle Florida 152 y la fábrica en la calle Rivadavia 1637, de Buenos Aires. Estos son los períodos de los titulares: ORZALI B. y C. – (1894 – 1899); ORZALI y C. – (1896); BELLAGAMBA Y ROSSI – (1899 – 1908); C. Y AF. ROSSI – (1908 – 1914); CONSTANTE ROSSI – (1914 – 1919).

Las historias de esta placa no terminan aquí. La certeza de que Bellagamba y Rossi acuñaron medallas y placas entre 1899-1908 coincide con la primera etapa de realización del monumento a Urquiza en el Parque que lleva su nombre. En 1901 se colocó la piedra fundamental y en 1910 llegaron en dos tandas (febrero y agosto) las piezas que constituyen su basamento.

En el mismo, hay un anillo intermedio de esculturas emergentes del bloque de mármol de Carrara que se destacan. También son alegorías femeninas y se infiere coincidentemente que son las provincias, ya que varias de ellas exhiben sus respectivos escudos (algunos se ven nítidamente, otros de manera difusa se adivinan sus formas).

Se pueden formular hipótesis: los aprestos para festejar el Centenario del país marcaron un espíritu de época por lo menos de 1890 hasta 1910. Las ideas sobre las que se sustentaba la modernidad y el progreso eran denominadores comunes: la industria, el comercio, la agricultura, el trabajo, las artes, la ley, la educación, la ciencia, la historia, la victoria, el futuro, la fuerza, los ríos y el mar. La placa parece dialogar entonces con las alegorías del Monumento, y también con las figuras de la Ciencia y la Historia que están en la cornisa de la Biblioteca Popular (inaugurada el 27 de mayo de 1910). Y además con las placas que colocó la Escuela Normal y la Colectividad Austro-Húngara para el 25 de mayo de 1910, día de la inauguración del monumento ecuestre dedicada al General San Martín en el centro de la Plaza 1° de Mayo (Todavía se conservan). La idea de progreso y el conocimiento constituían la base del mundo moderno de la Segunda Revolución Industrial que pasaba por su plenitud.

Y precisamente la idea del progreso sería la causante de la destrucción de todo lo que significaba el pasado, aunque éste tuviera un gran valor patrimonial, histórico y testimonial. En contrapartida la idea de puesta en valor, memoria y rescate no eran vocablos que tuvieran privilegio. El pasado sólo era evocado en pequeños detalles, de manera muy simbólica, en marcas apenas visibles como los leones de mármol de Carrara que se dejaron en el frente del edificio del Correo Argentino (Monte Caseros y 25 de Mayo), como un eco remoto de lo que fue la señorial residencia particular de Urquiza, demolida por orden del gobierno nacional entre 1928 y 1929, para la erección del nuevo edifico en 1932.

En la década del ´40 en los diarios locales se escribían cosas como esta: “Paraná evoluciona; los resabios coloniales que en su época sostuvieron una batalla ardorosa con la arquitectura moderna, han caído vencidos, diluyéndose en el polvo”. Este pensamiento de época marcó la defunción de las construcciones de los tiempos de la Confederación Argentina en la ciudad.

El último episodio que se puede contar sobre la placa en cuestión quizás es el principal de todos. Como se mencionó, según su firma, fue fabricada entre 1899-1908, y se conecta bastante con la iconografía reinante del espíritu del Centenario, pero en verdad la placa correspondió a un homenaje realizado en el anterior, el que fue demolido por el actual, declarado Monumento Histórico Nacional en 2009. Se había colocado en el edificio destinado para la Casa de Gobierno de la Confederación Argentina y que posteriormente con el traslado de la capital a Buenos Aires luego de la Batalla de Pavón, se afectó para el Colegio del Paraná y luego a partir de 1870 pasó a ser sede de la primera Escuela Normal creada por mandato del presidente Domingo Faustino Sarmiento.

Una prueba contundente

Hay una foto de de la Colección González Acha, del Museo Histórico Martiniano Leguizamón, organismo de la Secretaría de Cultura, en donde el edificio nuevo está en construcción y todavía muestra el paulatino proceso de demolición del que pertenecía al Siglo XIX, y en ese frente que poco a poco cedía a la destrucción de las piquetas se ve la silueta de la placa colocada en lo que fue el frente, junto a una de las puertas principales de acceso.

Lo que significa que luego de terminado el edificio moderno, se colocó la placa como un tributo al pasado, como se hizo con los leones en el Correo Argentino, apenas una pequeña marca, un mínimo testimonio despojado de toda precisa referencia. En este sentido hay fotos que también confirman que no fue recolocada de inmediato sino unos años después, más a fines de la década del ´30. Es todo lo que quedó de la memoria y la historia silenciada para siempre que guardaba la anterior construcción de los tiempos de Urquiza.