Con la proyección de Nazareno Cruz y el lobo (1975), de Leonardo Favio, se completaron las noches de cine clásico argentino al aire libre.

El director artístico del 4° FICER, Eduardo Crespo dirigió unas palabras introductorias al público asistente, en las que subrayó la importancia de la preservación del acervo cinematográfico: “Nazareno Cruz y el lobo es una película que no necesita ser presentada, sin embargo, hay que destacar que esta noche el Festival nos permite disfrutarla en una pantalla de cine, tal como fue estrenada en 1975. Disfrutemos de nuestro cine argentino, y tomemos conciencia de que son títulos, cuyas copias, en algunos casos  se están perdiendo las copias porque no existe una filmoteca nacional que las preserve, y no podamos recuperarlas”. 

Acto seguido, en el patio gastronómico del FICER en el que había una asistencia mayor a la velada del jueves, Nazareno Cruz (Juan José Camero) y Griselda (Marina Magali), se encontraron nuevamente con sus miradas para enamorarse profundamente e iniciar una historia trágica, en la que los mitos populares y las pasiones se desplegaron en la poesía y el maravilloso arte que Favio supo transmitir con su cine.

Leonardo Favio, de quien se cumplieron diez años de su muerte a principios de noviembre, es uno de esos artistas que trasciende los tiempos, porque tuvo y tendrá una sintonía especial con los sentires populares, para representarlos en una simbología propia, en un lenguaje particular. La gran cantidad de público colmó las expectativas  y la noche calurosa se prestó para disfrutar del patio de comidas y tomar algo fresco. Si bien al principio costó la concentración entre los murmullos del Punto de Encuentro, al cabo de unos minutos, la poesía visual de Favio atrapó a la concurrencia con su encanto. En pantalla, recursos cinematográficos disruptivos para la época de su producción (voces superpuestas, fragmentos de canciones populares, palomas que salen de la nada) anticiparon la certeza de la desgracia: el nacimiento del séptimo hijo varón de una familia, que al crecer y conocer el amor se verá condenado a correr por los campos en noches de luna llena, convertido en lobizón.

El encuentro de Griselda y Nazareno se representa en forma de una danza onírica al ritmo romántico del tema titulado Soleado, que marcó los sentimientos de toda una generación en Argentina. En ese momento clave, los espectadores del FICER unánimemente con un fuerte aplauso espontáneo celebraron el talento del querido director argentino. Favio sigue creando una sinfonía de sentimientos, por eso, a pesar del paso del tiempo, sin importar edades y lugares, el público se siente interpelado.

Sentados en las sillas que dispuso la organización, en las mesas grupales y también en el mismo césped, una primera franja de atentos y enmudecidos observadores no se perdieron ni un segundo de la historia. Un poco más atrás, se definió otra plantea que prefirió las mesas con banquetas para un visionado comentado entre otras distracciones. En ese sentido, se daban situaciones singulares: por ejemplo, mientras miraban la proyección,  un grupo de amigos discutían detalles de Tiempo de revancha, presentada la noche anterior. También algunas parejas, entre toma y toma, le dedicaron unos segundos a sus propias historias de amor. 

Un tercer grupo, el de más atrás del predio, observaba la pantalla interrumpida por sombrillas y los carteles de los puestos de comida, escuchaba los diálogos, miraba algunos minutos y luego hablaba de otras cosas en espera de las escenas clave, esas que nadie se quiere perder.

Estos tres niveles del “modo Favio” tuvieron un denominador común: todos estuvieron comprometidos con la historia de Nazareno y Magalí. “Esto hoy se movió mucho más que ayer, notablemente”, expresó sobre su ventana una de las personas de los puestos de hamburguesas en charla con un ocasional cliente. 

Si bien la mayoría ya lo conocía, el público se quedó hasta el final para ver la piel masacrada de los dos jóvenes que desafiaron sus destinos. A pesar de la tragedia, el mensaje consuelo quedó resonando en los corazones. El Diablo, interpretado magistralmente por Alfredo Alcón, que es crucial en las tentaciones y advertencias de la historia, en una de las últimas escenas le dice a Nazareno: “Vos ganaste, elegiste el amor”. 

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