Este sábado fue la tercera presentación del mes a sala llena en La Vieja Usina. “La Sinfónica ha construido un lazo muy fuerte con la comunidad”, dijo Luis Gorelik, director de la orquesta de Entre Ríos. Añadió que el público es variado y reúne tanto a personas mayores como a jóvenes y niños.
La Orquesta Sinfónica de Entre Ríos (OSER), organismo dependiente de la Secretaría de Cultura, ofreció este sábado el tercer concierto de la temporada 2024 en el Centro Cultural y de Convenciones La Vieja Usina. El programa estuvo compuesto por música húngara, presente en las obras que se interpretaron: Danzas de Galanta, de Zoltan Kodaly, y la Sinfonía N°. 4 Op. 98, de Johannes Brahms.
La presentación contó con la dirección del director artístico del organismo, Mtro. Luis Gorelik.
“La Sinfónica ha construido durante los últimos años un lazo muy fuerte con la comunidad, no solo de la ciudad de Paraná, sino de otras ciudades de la provincia en las cuales se ha presentado. Es muy gratificante comprobar que el público de la orquesta acude masivamente y está compuesto por personas de entre 8 y 90 años. Vienen estudiantes, niños y adultos mayores. En tiempos difíciles como este, la cultura en todas sus formas genera lazos de unión e identificación entre las personas. Celebro eso”, dijo Gorelik al ser consultado por la amplia convocatoria de la orquesta.
Acerca de sus expectativas para este año, manifestó que su intención es “poder llevar adelante la temporada sin sobresaltos, manteniendo el nivel de excelencia que nos caracteriza”.
La cita, en la que el público una vez más colmó la sala de La Vieja Usina, acompañando con aplausos cada obra, también motivó a los artistas que expresaron agradecimiento al final del encuentro musical.
Mariano Laurino, solista de clarinete de la OSER, destacó acerca del público que “para los músicos es hermoso, muy gratificante ver mucha gente en los conciertos. Público muy respetuoso, variado, cantidad de jóvenes y chicos que escuchan con atención. Cuando tocamos, a veces puedo observar sus caras y están transportados. Los músicos, estamos totalmente satisfechos con la cantidad y calidad del público”.
Seguidamente, Laurino remarcó: “(El público) agradece las palabras de los directores que explican al comienzo del evento lo que vamos a tocar y contextualizan la obra a interpretarse”. Añadió que se hace “música de hace 300 años. Entonces, han pasado muchas estéticas, formas de pensar de las sociedades en estos tres siglos, y las músicas tienen que ver con todo ello”.
Respecto al programa que interpretó la OSER, el músico comentó que se trató de “las Danzas de Galanta de Zoltan Kodaly, compositor húngaro que ha investigado el folklore de Hungría, de los Países balcánicos; países que han recibido influencia oriental, turca, musulmana y gitana que se manifiesta en la música. Esta obra, basada en danzas folklóricas de la zona de Galanta, es adaptada, re orquestada, y arreglada con la creatividad de Kodaly”. Y explicó: “Los gitanos tocan a alta velocidad, con mucho sentimiento. Hay una exuberancia de ritmo y vitalidad que tiene esta música donde a nosotros, los instrumentistas, nos exige al máximo. El clarinete tiene una parte muy destacada al principio, en una cadencia muy contemplativa y después comienza la orquesta a todo lo que da hasta terminar en una especie de fiesta”, señaló.
En cuanto a la Sinfonía N°. 4 Op. 98, de Johannes Brahms, el clarinetista explicó que es una sinfonía muy importante, de cuatro movimientos con una duración de 45 minutos aproximadamente. “Una obra de mucha envergadura, muy bien estructurada para una orquesta, como lo hacen la mayoría de los compositores de origen alemán. La construcción de la obra, una herencia tal vez de Beethoven a quien tomaron como uno de sus referentes, tiene gran intercambio entre los instrumentistas, mucho contrapunto, diálogo, líneas intercaladas que en el todo es una estructura compleja pero a su vez muy accesible, y un trabajo de la orquestación interesante entre las maderas. También las cuerdas tocan muy apasionadas”, detalló. Laurino expresó que los cuatro movimientos, son variados, con muchos estados de ánimo. Además, “en esta obra hay que abrir mucho el oído porque todo lo que escribe Brahms tiene significado, nada está puesto para rellenar. Es un compositor que además de admirar a Beethoven admiraba a Bach”.